La película brinda un poco de contexto para empezar: Irlanda está pasando por un mal momento económico y surge la peregrina idea de privatizar el último de sus bosques vírgenes. Mientras esta situación se polemiza en radios y opinión pública, un botánico (Joseph Mawle, reconocible cara televisiva de programas como Ripper Street) y su familia viaja al interior profundo del bosque en cuestión para dictaminar el estado de salud de los árboles. Ya desde el pique, están las cartas dadas y son cartas que hemos visto muchas veces antes: el vecino algo ido (Michael McElhatton, otra cara reconocible de la TV, en este caso por Game of Thrones) que les advierte que en el bosque hay «algo» que será peligroso para todos pero en especial para su bebé; la mascota familiar que no para de ladrarle a los matorrales; una ventana que se rompe de noche de la nada; el policía local (Michael Smiley, uno de los actores regulares de Ben Wheatley) que resta importancia a todo, etc, etc, etc. En este contexto tan poco estimulante, hay que admitirle al director Hardy un brío, una polenta muy digna (como suelen tener la gran mayoría de las producciones recientes británicas de horror) porque cuando la cosa se pica, se pica de verdad y- aunque nunca jamás dudaremos de lo que va a pasar, ya que sigue al dedillo el manual de las películas de horror de «familia amenazada por los sobrenatural», decisiones extrañas de los protagonistas con tal de hacer avanzar la trama a donde nos convenga incluidas- llega a poner muy nervioso al espectador en un par de momentos y consigue un relato bastante pasable en definitiva. 05.
